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AlejandroGómezCangas

Alejandro Gómez: suspensión, letargo e impotencia

El sujeto colectivo y sus entuertos

I. La marcha

Muchedumbre escéptica, descreída, que marcha como por inercia, sin saber hacia dónde ni por qué. Sin una misión o un rumbo definidos, sin un asidero vital. Una gran masa pletórica de estupor, abulia, hastío, un desencanto que lastra las voluntades y obnubila el pensamiento. ¿Para qué pensar?, se preguntan todo el tiempo estos seres ensimismados y taciturnos. Resulta más fácil caminar, solo caminar. O esperar. En definitiva, hemos aguardado una eternidad, y la utopía se nos escurre, se nos desliza. Se desmorona a cada instante, en cada uno de nuestros pasos endebles, cobardes, rumiantes. 

La iniciativa personal sometida a los sinsabores de la concurrencia, de la interacción ciudadana. Lo privado y lo público en un antagonismo en el que vence decididamente el imperio de lo segundo. “Ser” individual y “ser” social desafiándose, en una pugna histórica que ha devenido castración, homogeneización, igualitarismo. Gente común que avanza con sus miserias, con sus tristezas y ansiedades, llevando a cuestas un dolor ancestral que se ha erigido en el estigma de una nación y sus moradores. ¿Cuál será el destino final de esa marcha? ¿Adónde conducirá a sus protagonistas? Pareciera que nos encontramos ante un círculo vicioso donde el único objetivo es el viaje en sí mismo (como principio y fin), nunca la meta. Se trata de “autómatas” para los que el tiempo y el espacio no responden a las lógicas del sentido común: solo les es dado el tránsito, el desplazamiento, la mutabilidad. El nomadismo. Su talón de Aquiles sería la ausencia de movimiento, el sosiego. No lo soportarían.

 

II. La técnica y el método

Óleos sobre lienzos mayormente de grandes formatos son potenciados por el creador, quien es consciente de la efectividad de las escalas monumentales y su impacto visual, psico-sensorial, sobre todo para el tipo de discurso que se propone en sus trabajos. Por su parte, el procedimiento se basa en la yuxtaposición o “ensamblaje” de imágenes fotográficas tomadas de manera dispersa y fortuita en locaciones disímiles, para luego servir estas de base a la operatoria pictórica final. Lo cual trae como resultado escenas de acentuado cinismo e ironía, donde confluyen personajes, fábulas y estratos sociales diversos, múltiples, complejos. Y en alguna medida la pincelada le debe a los legados del impresionismo decimonónico, en especial en lo que atañe las dinámicas de acercamiento y alejamiento físicos en el acto de recepción, desde una ambigüedad muy marcada entre el naturalismo propiciado por la distancia focal y el sesgo abstracto y gestual del detalle más preciso.  

Los grados de angulación del campo visual pueden ser muy variados, y van desde el frontal hasta el contrapicado, picado o cenital, así como las estructuras compositivas se desplazan desde las circulares-concéntricas hasta las ortogonales, las oblicuas, etc. Todo ello en dependencia de la intencionalidad dramática de cada propuesta.

 

III. Uno de ellos nos mira

Por lo general, uno o varios de los sujetos de representación dirige su mirada al espectador, en una suerte de guiño cómplice, acusador a veces, retador otras, como un lamento quizás, pero siempre enigmático, insondable. Ya sea en plan de pugna o de conciliación, esas miradas nos recuerdan cuán cerca estamos de tales tópicos, cuánto nos conciernen dichos conflictos, cuán imbuidos estamos de ese sopor colectivo. En esta dirección creo que el gesto más interesante es aquel que supone la inclusión del propio artista en las escenas mostradas, con su correspondiente ojeada al receptor, en lo que encarna un acto perverso de autoconciencia por partida triple: estética, antropológica y social.

 

IV. El minimalismo y la abstracción

Hay ciertas piezas en las que el artista se torna visiblemente minimal y sintético, a veces casi cercano a la abstracción propiamente dicha, en especial en lo que tiene que ver con la distribución interna de líneas, áreas y planos de color. Estoy pensando, por ejemplo, en obras como “Composición en rojo”, “Extensión azul”, “Dibujo N° 1” y “Dibujo N° 2” (las cuatro del año 2006), “Composición en rojo N° 2” (de 2010), entre otras. Estos trabajos se sitúan, a mi modo de ver, entre los mejores realizados por el autor, tanto por su solución formal como por su efectividad comunicativa. Quizás Alejandro debería explotar un poco más dicha zona de su universo estético. Probablemente el mercado le susurre lo contrario, eso lo sé; pero ahí estaría justamente el reto: trascender los “cantos” de sirena y reparar un tanto en sus dobleces. Será solo el artista el responsable de labrarse su futuro. Por lo pronto, talento y astucia se le sobran…

 

Píter Ortega Núñez

La Habana, enero de 2012